Así como es posible que no corras tan rápido ni saltes tan alto como lo hacías cuando eras adolescente, el poder cognitivo de tu cerebro (es decir, tu capacidad para aprender, recordar y resolver problemas) se relentiza con la edad. Puede que le resulte más difícil recordar hechos que alguna vez le resultaron familiares o dividir su atención entre dos o más actividades o fuentes de información. Estos cambios afectan su capacidad de concentración, por lo que es posible que se distraiga más fácilmente que cuando era más joven.
La pérdida de audición que a menudo acompaña al envejecimiento hace que sea más difícil distinguir el habla en un ambiente ruidoso. Debido a que la audición requiere más concentración de lo habitual, incluso una pérdida leve de la capacidad de concentración puede afectar la comprensión del habla.
La mayoría de las personas comienzan a notar cambios cuando tienen entre 50 y 60 años. Aunque estos cambios pueden causar consternación, la mayoría de los problemas de memoria y pensamiento relacionados con la edad no se deben a una enfermedad cerebral subyacente como la enfermedad de Alzheimer.
En cambio, lo que parece ser un problema de memoria puede simplemente reflejar una velocidad de procesamiento más lenta y una codificación y recuperación deficientes de nuevos recuerdos como resultado de una atención disminuida. Sin embargo, aunque su cerebro puede ser más lento para aprender y recordar nueva información, su capacidad para darle sentido a lo que sabe y para formar argumentos y juicios razonables permanece intacta.
Muchas de estas limitaciones son reversibles y están relacionadas con la falta de sueño, pero los cambios estructurales que se producen en el cerebro a medida que envejecemos también pueden explicar algunos de estos acontecimientos. Las regiones del cerebro involucradas en el procesamiento de la memoria, como el hipocampo y especialmente los lóbulos frontales, sufren cambios anatómicos y neuroquímicos con el tiempo.
El resultado es que a medida que envejecemos, nos lleva más tiempo absorber, procesar y recordar nueva información. La pérdida natural de receptores y neuronas que se produce con el envejecimiento también puede dificultar la concentración. Por lo tanto, no sólo aprendes información más lentamente, sino que también puedes tener más problemas para recordarla porque no la aprendiste completamente en primer lugar. Con un procesamiento más lento, los datos almacenados en la memoria de trabajo pueden disiparse antes de que haya tenido la oportunidad de resolver un problema.
Además, la capacidad para realizar tareas que implican funciones ejecutivas disminuye con la edad. Muchas personas aprenden a compensar estos cambios confiando en el hábito la mayor parte del tiempo y dedicando un esfuerzo adicional para centrarse en la nueva información que están tratando de aprender.
Incluso los dolores y molestias del envejecimiento pueden afectar la concentración. El dolor en sí distrae y algunos de los medicamentos utilizados para tratarlo también pueden afectar la concentración.
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